jueves, 29 de abril de 2010

Son continuos los maltratos y desmanes que comete la dictadura cubana. En realidad, siempre han sido continuos tales maltratos, pero nunca antes, estos han sido denunciados de tan disímiles maneras como ahora. Ya no pueden engañar, ya no pueden esconder sus crimenes.
Este articulo de Claudia Cadelo De Nevi es testimonio de eso.

                   La llamada de Bayamo. ( traido del Blog Octavo Cerco )

Me despierta el teléfono y confundida leo en el identificador de llamada un desconocido 21 en el código. Descuelgo somnolienta y escucho una voz que con acento de las provincias orientales dice:

- Por favor, necesito hablar con Claudia, necesito darle una información.
- Soy yo ¿qué pasa?

El que me hablaba del otro lado estaba nervioso y en la noticia me omitía “dónde y quién”, yo medio dormida no entendía nada:

- ¿Dónde estás?
- En la prisión provincial de Bayamo.
- ¿Eres periodista?
- No, soy un preso común, pero este otro preso está muy mal y nadie lo atiende, por eso llamo.

Me asusté un poco al principio ¿Quién les había dado mi número? Le pregunté y me dio una lista de desconocidos. El hombre estaba preocupado, sentí vergüenza de mi propia desconfianza.

- ¿Hay algún problema?- preguntó
- No, ninguno, dime qué pasa y veré qué puedo hacer.

Lo que me contó fue esto: el preso Alexandre de Quesada Martínez , condenado desde el año 89 por atentado, está muy enfermo de los riñones y le niegan atención médica. Hace seis días se cosió la boca y dejó de comer, el personal de la prisión no le hace el menor caso y su deterioro físico es muy evidente.

Su amigo estaba muy inquieto, me pidió ayuda. ¿Cuán desesperado puede estar un preso para llamar a una desconocida en el otro lado del país y pedirle socorro?

- Dile que deje la huelga, por favor, al gobierno no le importará que muera –no pude pedirle que también se descosiera la boca, era demasiado horrible.

Me pregunto qué puedo hacer por él, pienso también en Yamil Domínguez Ramos, preso en el Combinado y también en huelga, en Marleny González, su esposa y mi amiga, desesperada. ¿Cuántos son en realidad, cuántos suman en toda la isla esos hombres agotados, condenados no a una prisión, sino a un infierno?

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